martes, 6 de enero de 2015

Las 5 palabras


El joven estudiante no tenía ni la más remota idea de lo que le iba a suceder durante aquella fría semana de diciembre. El muchacho había escuchado en la prensa local y en los medios que un hombre había asesinado a dos estudiantes de la localidad. La policía estaba investigando el reciente suceso, pero no podían aportar mucho más a lo que ya se conocía.

En cualquier caso, el chico no le dio mayor importancia. Siguió con su vida normal, como todos haríamos. Se levantó por la mañana temprano para ir a clase a tomar apuntes. Al final de la mañana, se dirigió directamente hacia su casa, sin esperar a nadie. Estaba un poco cansado y bostezaba. De pronto, sonó un tono de notificación en su móvil. Era un mensaje de texto. Este decía “Ahora” y su remitente era un número desconocido. El muchacho pensó que sería alguien que se habría equivocado: de destinatario y de mensaje. O tal vez fuera una palabra clave. Pero no le gustaban los acertijos, ni tampoco tenía interés en ello. No obstante, lo guardó para comentarlo al día siguiente con sus compañeros.

El martes, una vez tomó sus clases, volvió a salir de las clases al terminar la mañana, y se dirigió a casa de nuevo solo. Quería llegar cuanto antes, ya que su madre le iba a preparar su plato favorito, y se sentía hambriento. A la misma hora que el día anterior, sonó su teléfono. Era otro mensaje sin remitente, que decía: “Tu”.

-Sí, yo soy yo, efectivamente-dijo el chaval soltando una carcajada.

Arrojó el móvil hacia el fondo del bolsillo y siguió caminando. Mientras llegaba a doblar la primera esquina, se fijó en un hombre que le miraba fijamente, apoyado sobre la pared. Era de tez blanca, no muy alto, con el pelo corto y negro.

Al día siguiente, después de clase, emprendió el camino de nuevo hacia casa, esta vez acompañado de un amigo. Iban los dos riéndose y hablando de sus cosas. De pronto, el protagonista se sintió observado mientras caminaban. El mismo hombre se encontraba a la vuelta de la esquina. Esta vez miraba hacia su celular muy concentrado. Cuando no habían terminado ni de recorrer la calle, otro mensaje de texto apareció en su pantalla. Este rezaba: “Serás”. Acto seguido, el chico miró hacia donde estaba el desconocido de antes, pero ya no estaba allí. Este comenzaba a asustarse y ese mismo día se lo contó a sus padres, que decidieron informar de ello a la policía. Quizá les serviría para elaborar un retrato robot del sujeto, si es que guardaba alguna relación con el caso.

La mañana del jueves, el muchacho salió de clase y su padre le acompañó todo el trayecto de vuelta, ya que aquel día libraba en su trabajo. Nada extraño sucedió, más otro mensaje le llegó al móvil a la hora precisa: “El”.
El chico ahora sí estaba totalmente aterrado. Se abrazó a su padre y éste lo tranquilizó hasta que llegaron a casa. La policía seguía buscando al sujeto, incluso ya empezaba a patrullar delante de la escuela.

El viernes por la mañana, el muchacho salió una vez más de clase, con el alivio de saber que había terminado ya la semana. Estuvo atento a su alrededor, a pesar de saber que la policía estaba patrullando la zona. No vio al sujeto en cuestión merodear por las aceras. Apenas un minuto antes de la hora, el muchacho miraba con intriga la pantalla del celular. Pasaron cinco, quizá diez minutos, pero no llegó el maldito sms. El muchacho y su familia se tranquilizaron.

Esa misma noche, el joven salió a tomar unas cervezas con sus amigos. Al llegar la una de la madrugada decidió despedirse e irse a casa. La fiesta había terminado hace tiempo. Comenzó a recorrer las calles vacías en dirección hacia casa. Mientras caminaba, veía coches de policía por la carretera, con las luces azules encendidas. Llegó hacia la última calle que conducía hacia su casa. Entonces, decidió tomar un atajo por el parque, rodeado de algunas zonas de penumbra, pero lo suficientemente iluminado por la luz de las farolas.

Es entonces cuando su teléfono móvil sonó. Pensó que sería una llamada perdida de sus padres. Se equivocaba. Al bajar su mirada hacia la pantalla, el terror se apoderó de su cuerpo. El mensaje decía: “Siguiente”.

El muchacho intentó gritar, pero ya era demasiado tarde. El sujeto de sus pesadillas tapó su boca con las manos. En ese momento, el sujeto le pidió silencio. El muchacho casi no podía respirar y, entonces, exhaló un último aliento mientras la sangre corría por su cuello a borbotones. Su muerte fue agónica pero rápida.

A la mañana siguiente encontraron su cuerpo decapitado en el parque, y su celular en el suelo lleno de sangre. Esta vez, el homicida lo dejó allí. Quién sabe cuántos mensajes habrá enviado, ni cuántos han recibido la terrible advertencia.

Solo es seguro que el asesino anda suelto, y que tú puedes ser el siguiente en su lista. En la lista de las cinco palabras.

4 comentarios:

  1. Buen relato, hace que una mire con recelo su propio móvil ;)

    Un saludo!

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    1. Ahora cada vez que mires un sms desconfia, de la publicidad sobre todo jajaja si te gusto puedes suscribirte al blog, un saludo!!

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  2. Un relato que lo hace aún más aterrador el hecho de que el asesino utilice el móvil como de acoso, pues es una de las tecnologías más usadas hoy en día. Un saludo.

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    1. Así es, además puede hacerlo de forma que no deje rastro alguno, salvo que lo investiguen. Un saludo ;)

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