martes, 24 de febrero de 2015

La casa de los espejos



La casa de los espejos es un complejo sucio y abandonado, al que nadie se atreve a entrar. En tiempos remotos, trabajaba un empleado de seguridad, cuya misión era guardar los cuadros del, por aquel entonces, museo de arte. Siempre sintió curiosidad de ver tantos espejos en un lugar como aquel. Sus dimensiones eran amplias, sin llegar a ser exageradas. El hombre trabajaba en turno de noche, hasta altas horas de la madrugada, cuidando de las instalaciones con su linterna, equipo y radio. Era un hombre alto, de aspecto un poco desaliñado, un perro viejo en este campo.

Sin embargo, hay algo que llamó su atención desde un primer momento. Avanzaba con paso firme por los corredores de la primera planta, sin oír nada más que sus propios pasos quebrando el silencio de la noche. Su mirada atenta a cualquier movimiento, el estado de alerta era esencial en su trabajo. 
De vez en cuando, sentía unos pasos secos detrás de él. Los espejos mostraban el reflejo de la linterna, y el viento rugía en las frías noches de invierno.

Una noche, andaba el empleado recorriendo la segunda planta del edificio, donde se encontraban valiosos cuadros de arte moderno y postmoderno. En las escaleras que bajaban hacia la planta de abajo, un espejo alargado cubría la pared. El viento gemía desde el exterior, y se avecinaba una tormenta.

Mientras caminaba, oyó un pequeño lamento. Pensó que sería el sonido del viento. Siguió su recorrido por el piso de arriba, de nuevo oyó el sollozo de una niña. Se acercó hacia el espejo que había al final del corredor.

¿Quién anda ahí? –dijo el guardia.

Nadie respondió. Cuando se dio la vuelta, escuchó una respiración agitada. Se giró y en el espejo vio a la niña llorando, que en ese momento lo miró. Alrededor de ella, comenzaron a surgir espectros dentro del espejo, quejándose y pidiendo ayuda desesperadamente. La escena era tan desgarradora que resultaría imposible describirla.

El guardia corrió asustado, bajo al piso de abajo y pidió el relevo a su compañero. A pesar de que le preguntaron, nunca dijo nada sobre lo que vio aquella noche, solo el lo sabe con certeza.


Pero aquel hombre, con toda certeza, nunca volvió a ser el mismo.


viernes, 20 de febrero de 2015

Prueba de valor



Mario nunca fue un buen estudiante, pero también es cierto que nunca tuvo mucha suerte con los profesores que le tocaron. Recuerdo que, cuando llegó al instituto, había uno en particular que le resultaba del todo horrible. Este hombre era el profesor de matemáticas, que era ya bastante mayor, y le faltaba poco para jubilarse. A Mario le daba lo mismo, ya que no le gustaban las matemáticas. El caso es que a partir de ese curso, empezó a tomarse las cosas más en serio, y al final no le fue tan mal en los estudios. Un caso muy singular es el que relató en un diario personal que escribió por aquellas fechas, y del que deduzco la siguiente historia:

martes, 17 de febrero de 2015

El eterno enigma del universo



Izan y Eric, sin más planes aquella tarde de verano,  decidieron irse al monte a hacer una barbacoa. Fueron juntos al supermercado y compraron cervezas, carne para asar y un poco de combustible para la barbacoa. Justo después de comprarlas  emprendieron el viaje a bordo del viejo Golf de Izan, que le habían dejado sus padres cuando se compraron un Volkswagen más moderno.

Estuvieron un buen rato comiendo y bebiendo, hasta que el sol comenzaba a ponerse en el horizonte. Entonces, recogieron sus cosas y se montaron de nuevo al coche. Izan conducía por el pedregoso camino, que no estaba para nada preparado para un coche de ciudad.

Mientras conducían, Izan puso la música de la radio.

-Oye Izan, ¿tú qué harías si supieras que esta es la última noche del mundo?
 -Vaya preguntas que haces Eric.
-No, pero ahora en serio, ¿cómo crees que sería el fin del mundo?
-Pues yo creo que sería algo así como una tercera guerra mundial, desencadenada por la falta de recursos, el agua sobre todo, y nos enfrentaría con los estadounidenses porque no respetan el medio ambiente y nos llevarían al desastre.

Los dos se echaron a reír mientras descendían despacio el camino de tierra.

-Y tu Eric, ¿cómo crees que sería?
-Yo creo que vendrían unos seres súper inteligentes de otra galaxia y vendrían a conquistarnos, o bien a destruir nuestro planeta si nos negamos a colaborar.
-¿Extraterrestres? Vamos hombre, ¿todavía crees en esos cuentos?
-Es verdad Izan, es imposible que en la inmensidad del universo no haya al menos una civilización como la nuestra, o al menos otras formas de vida pluricelulares.
-Eric, pero si todavía no se ha logrado demostrar, ni siquiera los mejores científicos han encontrado evidencias sobre la existencia de vida en otros planetas.
-Matemáticamente sí se ha demostrado que existe vida.
-Pero no tienen ninguna fotografía ni video, yo no lo he visto por ningún sitio. O qué pasa, ¿que ahora nos lo vamos a creer porque unos números lo digan? Santo Tomás también demostró en sus vías la existencia de Dios, pero nadie lo ha visto.
-Izan, amigo mío, te digo yo que algún día esos hallazgos serán algo más que papel mojado.


martes, 10 de febrero de 2015

Ni rosas ni bombones





-Hoy estás muy guapa cariño, me encanta como te queda el pelo liso.

-Gracias amor, ¿y qué me dices de mis ojos?

-Tus ojos siempre tendrán ese tono de caramelo que tanto me gusta.

-Pues a mi me gusta que me abraces muy fuerte por las mañanas.

-Y a mi gusta que te guste.

-¡Oh! Que dulce, te quiero tanto.

De pronto, ella bajo a tierra de un plumazo.

-María, ¿ya está listo el café? –exigió su marido desde el sofá.

-Sí, ya le falta poco –dijo ella, suspirando.


No hubo rosas ni bombones en aquel postergado 14 de febrero.

lunes, 9 de febrero de 2015

Incompleto



Intenso fue el filo de tu mirada.
Nada ni nadie pudo comprenderlo.
Cuando te marches por la puerta,
Olvidarás todo cuanto fuimos.
Mendigo seré de otros besos,
Pero ya de ninguno de los tuyos.
Late profundo mi corazón henchido,
Expectante de otros menesteres.
Tú me dejaste incompleto,
O yo me quedé vacío.