La casa de los espejos es un complejo sucio y abandonado, al
que nadie se atreve a entrar. En tiempos remotos, trabajaba un empleado de
seguridad, cuya misión era guardar los cuadros del, por aquel entonces, museo
de arte. Siempre sintió curiosidad de ver tantos espejos en un lugar como
aquel. Sus dimensiones eran amplias, sin llegar a ser exageradas. El hombre
trabajaba en turno de noche, hasta altas horas de la madrugada, cuidando de las
instalaciones con su linterna, equipo y radio. Era un hombre alto, de aspecto
un poco desaliñado, un perro viejo en este campo.
Sin embargo, hay algo que llamó su atención desde un primer
momento. Avanzaba con paso firme por los corredores de la primera planta, sin oír
nada más que sus propios pasos quebrando el silencio de la noche. Su mirada
atenta a cualquier movimiento, el estado de alerta era esencial en su trabajo.
De vez en cuando, sentía unos pasos secos detrás de él. Los espejos mostraban
el reflejo de la linterna, y el viento rugía en las frías noches de invierno.
Una noche, andaba el empleado recorriendo la segunda planta
del edificio, donde se encontraban valiosos cuadros de arte moderno y
postmoderno. En las escaleras que bajaban hacia la planta de abajo, un espejo
alargado cubría la pared. El viento gemía desde el exterior, y se avecinaba una
tormenta.
Mientras caminaba, oyó un pequeño lamento. Pensó que sería
el sonido del viento. Siguió su recorrido por el piso de arriba, de nuevo oyó
el sollozo de una niña. Se acercó hacia el espejo que había al final del
corredor.
¿Quién anda ahí? –dijo el guardia.
Nadie respondió. Cuando se dio la vuelta, escuchó una
respiración agitada. Se giró y en el espejo vio a la niña llorando, que en ese
momento lo miró. Alrededor de ella, comenzaron a surgir espectros dentro del
espejo, quejándose y pidiendo ayuda desesperadamente. La escena era tan
desgarradora que resultaría imposible describirla.
El guardia corrió asustado, bajo al piso de abajo y pidió el
relevo a su compañero. A pesar de que le preguntaron, nunca dijo nada sobre lo
que vio aquella noche, solo el lo sabe con certeza.
Pero aquel hombre, con toda certeza, nunca volvió a ser el
mismo.