Concurso "Microterror IV" de el Círculo de Escritores |
Mario era un chico curioso por naturaleza. Le encantaba fisgonear entre las viejas estanterías del desván cuando sus padres no estaban. Aquella tarde lo investigó todo a fondo, y no paró hasta que encontró algo interesante. Se trataba de una cajita de música. Abrió la tapa y comenzó a sonar la música.
Pronto, la melodía le provocó una profunda tristeza, pero a
la vez no podía dejar de escucharla. Era como si ese sonido melancólico le
hipnotizara. A través del espejito de la caja veía como una silueta envuelta en
las cortinas se acercaba poco a poco.
Presa del pánico, Mario intentó cerrar la caja, pero no
podía moverse. Seguía hipnotizado por la
cajita de música.
La figura se acercaba cada vez más, moviendo ligeramente la
cabeza, mientras la cortina iba destapando su espeluznante cuerpo.
Sentía que el corazón se le salía del pecho.
La cuerda de la cajita se iba aflojando.
Ya casi rodeaba el cuello con sus manos.
Pero él no respondía.
Entonces, una voz tapada por las cortinas le susurró:
no
vuelvas a abrir la caja.