Concurso "Microterror III" del Círculo de escritores |
En la tienda de antigüedades había un rincón oscuro,
apartado del resto de objetos y artilugios. Aprovechando que el dependiente
estaba ocupado, decidí averiguar qué se ocultaba entre las sombras. Que
desilusión me llevé al comprobar que era una simple máscara de payaso. O tal vez
no.
Avancé un paso hacia el rincón.
El maquillaje envolvía unos ojos que me miraban.
Avancé otro paso.
El muñeco estaba recostado en una silla, con una sonrisa que
no parecía real.
Avancé medio paso.
No era un muñeco.
Movió ligeramente la cabeza y su sonrisa se tornó siniestra.
Asustado, corrí instintivamente hacia la puerta.
Empecé a tirar de ella, pero no quería abrirse.
Angustiado, me di la vuelta y
vi que estaba completamente solo. Entonces, desde el fondo, el payaso se levantó y empezó a
moverse lentamente. No hablaba, solo me miraba con esa horrible sonrisa.
En ese instante se apagaron las luces y oí unos pasos que se
acercaban hacia mí cada vez más deprisa, acompañados de una risa indescriptible.
Grité mientras sacudía desesperadamente el picaporte.
Acto seguido, me desperté empapado en sudor.
La pesadilla había terminado.