En el fin de los tiempos, tuvo lugar un acontecimiento de
dimensiones épicas. La tierra se agrietaba y creaba insondables abismos,
mientras que de algunos brotaban manantiales de lava. La sórdida atmósfera
envolvía la explanada. Entonces, como si de la última batalla sobre la Tierra
se tratase, comenzaron a manifestarse aquellos fantásticos seres.
De las profundidades del abismo surgieron los trasgos,
duendes y hadas.
Del magma de las profundidades, a través de los poros
sangrantes de la Tierra, emergieron las criaturas sombrías. Demonios,
leviatanes, hechiceros y jinetes
encapuchados se apoderaban de la basta llanura, luchando ferozmente contra los
inferiores, hasta que no quedó ninguno de ellos.
Poco tiempo bastó para que descendieran de los cielos
guerreros vestidos de blanco, magos, ángeles y arcángeles, que con el poder de
sus armas de luz, doblegaron a los obscuros.
Entonces, ni el más fuerte de ellos pudo con el devastador
impacto del superhombre.
Una gigantesca mano se alzó entre los cielos, descendió
rápidamente y envolvió el globo terráqueo; para después lanzarla al borde del
abismo…
La pelota de papel rebotó en el arco y se coló en el fondo
de la papelera.
No le terminaba de gustar su creación, y sacó otro folio.