No sé muy bien por dónde empezar esta historia. La verdad es
que estoy bastante aterrado, y no he podido regresar nunca a la casa que
describo en estas líneas. Mi familia no me cree, mis amigos se han reído de mí…
pero yo les digo que es cierto, aquel cuadro tenía vida propia.
El retrato en
concreto representa a una mujer mayor, que seguía guardando cierto encanto y
misterio. Esta mujer es una tatarabuela de mi familia creo recordar. La casa en
la que vivió la pertenecía; era descendiente de una familia aristócrata y se
caso con un hombre bien parecido y de su mismo estatus. Por lo demás, no
conozco más detalles acerca de su persona.
Era el primer día de las vacaciones. Mi hermana, mi padre,
mi madre y yo estábamos muy contentos. Yo ya contaba los días que restaban para
irnos de vacaciones, aunque fuera por unos días. Antes de lo esperado,
recibimos una llamada de la abuela, que nos invitaba a comer al pueblo y, de
paso, nos dejaría las llaves por si queríamos quedarnos. La comida transcurrió
normalmente. Entrantes, primero, segundo plato y postre. Estuvimos hablando
largo y tendido a medida que caía la tarde. Por desgracia, tuvimos que entrar a
la cocina, porque se acercaba una tormenta. El viento rugía al otro lado de las
ventanas. De vez en cuando, se dejaban entrever por las cortinas los reflejos
del relámpago y el sonido del trueno.
Cuando estaban todos jugando a las cartas en el comedor, yo
me escabullí para explorar la casa. Subí por las viejas escaleras de madera
mientras escuchaba el crujido de los escalones bajo mis pies. En el primer
rellano había un cuadro alargado, el de la mujer en cuestión. Yo subí para
explorar las habitaciones y para dejar mis pertenencias en la que nos
correspondía a mi hermana a mí. Una vez hecho, bajé de nuevo por las escaleras.
Me quede mirando el cuadro, esta vez más curioso, y decidí seguir a la
misteriosa mujer del retrato con la mirada, a medida que bajaba. No sé si fue
mi imaginación, pero juraría que los ojos del retrato seguían los míos. Cuando
me di la vuelta para ver si estaba mirándome, este seguía en su postura
inicial, como si nada hubiese pasado.
Se lo conté a mis padres, pero soltaron una carcajada y no
le dieron mayor importancia. Como era tarde y debido a la tormenta, nos
quedamos a dormir allí. Yo dormiría con mi hermana, mi abuela sola (arriba
también), y mis padres abajo.
Por la noche, sobre las tres de la madrugada, tuve una
pesadilla. En ella, me veía bajando las escaleras, mientras la mujer me miraba
con los ojos entrecerrados y esbozando una sonrisa maligna. Cuando me paré a
mitad de la escalera, petrificada, ella emitió una carcajada estridente. Acto
seguido, la mujer desaparecía y el cuadro entraba en llamas, oscuro, carente de
sentido.
A la mañana siguiente, volví a comentar lo acaecido. Mis padres
me tranquilizaron, al fin y al cabo, nos marcharíamos en pocas horas. Hice las
maletas arriba y bajé de nuevo por las escaleras, sin notar nada extraño. Ya
con las maletas abajo y llegado el momento de marcharnos, recordé que me dejé
en un cuarto de abajo la consola portátil. La recogí del sofá donde estaba, ya
todos me esperaban en el patio.
De pronto, una vez llegado a la altura de las escaleras,
sentí un escalofrío y la presencia de alguien. Como acto reflejo, giré la
cabeza hacia el cuadro. Pude percibir que la mujer levantaba su cabeza hacia
arriba, en un gesto de asentimiento, para luego retomar su postura original.
Salí corriendo hacia el patio. Todavía sentía el frío en cada fracción de mi
cuerpo. Esta vez no dije nada, pero juro por todos los presentes que jamás
volveré a aquella casa. Jamás.
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