martes, 30 de diciembre de 2014

Mi amada en el camposanto (concurso relatos de terror)


¿Por qué te enterraron allí, querida?, ¿por qué lo hicieron? Te echo tanto de menos, mi vida no ha vuelto a ser la misma desde que te perdí. Quizá ya sea viejo, quizá esté delirando, o quizá mi mente ya no sea lo que era. En cualquier caso, sigo acordándome de ti y de tu cálida mirada, de tus tiernos abrazos, de tus labios carnosos. No hay día que pase sin que me acuerde de esos momentos inolvidables que pasamos juntos. Llámame tonto, pero todavía sigo mandándote flores, cada semana, cada mes. Pero no es eso lo que me inquieta, sino el no saber exactamente si descansas en paz, querida. Yo ya he resuelto todos los problemas del pasado, todos y cada uno de ellos. O al menos eso creo, mas quizá sean los fantasmas del pasado los que me hacen tener estas visiones.

En cualquier caso, quiero visitar tu tumba una vez más. Quiero que sepas que te amo, y que no tengo miedo a reunirme contigo. Me dispongo a visitarte. Es tarde y la oscuridad de la noche ya comienza a cernirse sobre el desamparado camposanto. Las puertas siempre están abiertas, de eso no debo preocuparme. Con inquietos andares, pero calmados ánimos, atravieso la vieja puerta de barrotes. 
El cementerio es oscuro y siniestro, aunque pueda no parecerlo. Los cuervos revolotean alrededor de las tumbas y rápidamente vuelan hacia los árboles. Sus ojos se me clavan como puñales afilados. Sus garras se asientan con fiereza sobre las ramas.

A medida que avanzo por los solitarios caminos, se oye el gélido sonido del viento, que arrastra las hojas desperdigadas por el suelo. Un lobo aúlla desde el tupido bosque, muy alejado de donde yo me encuentro.

De pronto, observo a lo lejos un detalle que capta mi atención. Me escondí rápidamente detrás de una lápida para no ser descubierto. No podía creer lo que estaba aconteciendo delante de mí. De la fuente que había en la confluencia de los pasillos, unas manos agitaban las turbias aguas. De la fuente no brotaba ningún chorro desde hacía años. Tras unos segundos agitando las aguas, estas se sumergieron de nuevo hacia el fondo de la fuente. Yo, sin poder creerlo todavía y asustado, me acerqué cautelosamente. La luz de la luna me permitía ver con claridad la escena.

Al llegar al borde, encontré un ramo de rosas marchitas. Alguien debía habérselas dejado allí sin darse cuenta. Me asomé a la superficie de la fuente, mas no hallé nada en su interior, salvo algunas monedas oxidadas, y mi rostro envejecido. Me quedé allí por un rato, contemplando la quietud de mi rostro, triste, inmóvil, cuando de pronto la vi. Me miraba con cara triste.

No llores, por favor, querida, ya estoy aquí. Ella me respondió con un hilo de voz que si quería reunirme con ella. Yo la dije que lo antes posible, sabiendo que no había otra manera de conseguirlo. Ella me dijo que podría concederme ese deseo si yo aceptaba. Acepté sin dudarlo y, en ese momento, su rostro se tornó desolado, con la mandíbula desencajada. Quise correr, pero me quedé petrificado. En su cabeza se dibujaron dos cuernos y, antes de que pudiera reaccionar, me arrastró con sus brazos al fondo interminable de la fuente. Después, todo se volvió oscuro. La pesadilla había terminado.

Ahora solo espero que al otro lado del abismo este ella. Solamente quiero eso. Solamente ella.

lunes, 29 de diciembre de 2014

No lo leas


Debes creerme. Tengo que darte un consejo y tú debes seguirlo sin preguntar: debes dejar de leer esto y pasar directamente al último párrafo. Hazlo sin leer ningún otro párrafo, y hazlo ahora. Por favor… confía en mí.

Lo que ocurra a partir de ahora es completamente culpa tuya. Fallaste la prueba y ahora estás en peligro. Yo no quería escribir esto, ellos me hacen escribirlo. Mis dedos están sobre el teclado, y tus ojos sobre estas palabras. Pase lo que pase, no mires a otro lado que no sean estas palabras. Continúa leyendo hasta que yo diga lo contrario. Y cuando te diga lo contrario, haz exactamente lo que diga. Porque si no lees esto exactamente como te estoy diciendo, morirás. Escucha atentamente. Primero, debes saltarte el párrafo que le sigue a este. Sin importar lo que hagas, nunca debes leer el párrafo contínuo a este. Debes ignorarlo completamente, evitando que tus ojos bajen hasta el párrafo que le sigue a este. Prométemelo. Por el bien de los que te aprecian. Ésta es tu última oportunidad para redimirte por no haber confiado en mí hace un momento. Sáltate el párrafo contínuo a este, y haz lo que se te pida.

El párrafo prohibido: tenías que hacerlo ¿no? Ellos sabían que lo harías. Nada de lo que intentes ahora hará alguna diferencia. Si hay personas a las que ames, llámalas. Diles lo que cualquier otra persona les diría a sus seres queridos cuando está a punto de morir. Resuelve cualquier problema. Haz tus últimas labores. Porque a partir de este momento, te mantendrás con vida solo hasta que puedas permanecer despierto. La próxima vez que duermas, será la última. Ellos te están mirando. Están escuchando tus pensamientos. Esperarán por ti y, cuando caigas dormido, ellos vendrán por ti. Debes confiar en mí.

Si te saltaste el párrafo de arriba, lo has hecho bien. Pero tus problemas aun no han terminado. Por haber confiado en mí durante la segunda pregunta, te has dado a ti mismo una oportunidad para vivir. Esto es lo que necesitas saber: ellos te están mirando. Ellos están escuchando tus pensamientos. Ellos están esperando que cometas un error. Debes extraer la sangre de alguien a quien tú ames. Una gota, eso es todo, y colócala en tu lengua. Eso es lo que ellos quieren. Eso es lo que necesitan. Ellos están dentro de ti ahora, y están esperando. Si por alguna razón en el transcurso del siguiente día al que caigas dormido no ofreces la sangre de tu ser querido, nunca volverás a levantarte. Sigue esta advertencia. Y nunca, nunca regreses y leas el párrafo prohibido. Confía en mí.

Si seguiste mi advertencia del primer párrafo, bien hecho. Puedes dejar de leer ahora. Pero nunca, nunca te atrevas a regresar y leer los párrafos que te saltaste. Debes confiar en mí. Y por favor, deséame suerte. Estoy cansado. Tan cansado… no te imaginas cuanto.

Fuente: http://www.wattpad.com/49087555-leyendas-urbanas-2-no-lo-leas

Pokemon, ¿dónde crees que estás?

Seguimos con otro creepypasta de pokémon, hasta que mi mente idee otra entrada original.
Este relato lo podréis encontrar en internet, yo únicamente me limito a narrarlo y redactarlo a mi gusto. Comenzamos con el creepypasta pokémon, ¿¿dónde crees que estás??









En cada juego de Pokémon hay cavernas oscuras que requieren el movimiento “Flash” (Destello) para que puedas ver dentro de ella. Como sea, ¿alguna vez has intentado atravesarlas sin usarlo? Descubrí este truco en Pokémon Gold, y lo he intentado en cada juego de Pokémon que poseo. Funciona EN TODOS, incluso en los juegos de la generación previa; Red, Blue, Green y Yellow. Debes estar en una cueva oscura, o en cualquier lugar en el que puedas usar flash. Camina, pelea con Pokémon en la oscuridad, choca con entrenadores y sigue caminando en la oscuridad porque eventualmente encontrarás una escalera que no está en el mapa. Baja por ella. 

La pantalla se volverá negra conforme escuches el sonido de ‘bajando por las escaleras’, pero sonará cuatro veces como si hubieses bajado cuatro pisos. Una caja de texto aparecerá en la pantalla negra diciendo simplemente, “¿Dónde Crees que Estás?” La música se distorsionará por algunos segundos y la pantalla se verá con glitches. A veces oirás un sonido bajo, como si hubieses chocado con una pared, o un distorsionado grito de Pokémon. Entonces lo verás. En las versiones antiguas del juego parece ser que simplemente has encontrado un área nueva que no está en el mapa. En versiones nuevas, podrás decir que algo está mal porque todo está en blanco y negro. 

Estarás en una enorme habitación vacía. Las cuatro paredes tienen algo escrito en ellas, usualmente tu nombre de jugador o los nombres de tus Pokémon. Puedes caminar por una de las paredes, dependiendo del juego. Si recuerdo bien, es la pared norte en Diamond y la izquierda en Yellow… y así. Cuando camines por la pared, estarás de vuelta en el overworld fuera de la caverna, pero todo estará aún en blanco y negro. La música sonará más y más lenta, y ocasionalmente se parará. Intentar hablar con la gente ahora es inútil, no puedes interactuar más con ellos.

En Pokémon Yellow, el Pikachu que te sigue es ahora el sprite de un fantasma de Lavender Town. Si revisas tus Pokémon, seguirán ahí; mismas stats, apodos y movimientos, pero sus íconos serán reemplazados por la sprite del Fantasma. 

Si caminas en el pasto y encuentras Pokémon salvajes, inmediatamente huirán de tí (similar a algunos Pokémon en GSC, como los perros legendarios o Yanma). Regresa a la caverna de donde saliste. Este es ahora el único lugar donde puedes enfrentar a Pokémon salvajes y otros entrenadores, mientras no uses flash. 

He descubierto recientemente que si juegas el juego así por bastante tiempo, en esa caverna eventualmente verás a un entrenador que se ve como tú (el ícono del personaje principal), aunque si intentas hablar con él, todo lo que sucede es que una caja de texto aparece diciendo “¿Dónde Crees que Estás?” La pantalla se tornará negra, oirás el ruido seco y luego un grito distorsionado*. 

*El sonido del grito es similar al chillido de un Golbat, pero con un pitch diferente, más agudo.

Tomado de http://www.cpokemon.com/2014/12/19/articulo-creepypastas-pokemon-i/

jueves, 25 de diciembre de 2014

Pokemon Negro

Hoy os traigo un creepypasta diferente. Se trata de Pokémon negro, de una de mis series favoritas de la infancia, que podréis encontrar en cualquier página de internet (este no lo he hecho yo xD), pero que aquí os traigo, con algún retoque formal. Sin más, os dejo con la historias, que la disfrutéis.



Soy lo que se podría llamar un coleccionista de versiones alternativas de juegos de Pokémon; Pokémon Diamante y Jade, Chaos Black… es increíble la frecuencia con la cual puedes encontrarlas en casas de empeño, mercados de pulgas y semejantes.
Estos videojuegos son generalmente divertidos. Incluso si son injugables (que a menudo lo son). La mala traducción y su pobre calidad hace accidentalmente de ellos algo gracioso.

He sido capaz de encontrar la mayoría de los que había jugado en línea, pero hay uno del que no había visto ninguna mención. Lo compré en un mercado de pulgas hace aproximadamente cinco años.

El juego comenzaba con la familiar escena de Nidorino y Gengar de Pokémon Azul y Rojo, como todos vosotros sabréis; sin embargo, la pantalla de inicio había sido alterada. Rojo aparecía ahí, pero no aparecía ningún pokémon a su lado, y además decía “Versión Negra” bajo el logo de “Pokémon”.

Al hacer una nueva partida el juego empezaba con el discurso del Profesor Oak, haciendo evidente que era una variación de Pokémon Azul y Rojo. Después de haber entrado en la hierba y ser conducido al laboratorio, tenía en adición a Bulbasaur, Charmander y Squirtle otro pokémon para escoger: “Fantasma”.

Este pokémon era de nivel 1 y tenía el sprite de los pokémon fantasma que encuentras en la Torre Pokémon antes de obtener el Scope Silph (en el famoso Pueblo Lavanda), y sólo tenía un ataque, “Maldición” (sé que ya existe un ataque llamado así, pero tal ataque no existía en la primera generación).

Al encontrarme en una batalla el pokémon enemigo era incapaz de atacar a Fantasma (me decía que estaba “muy asustado como para moverse”), y, cuando el movimiento “Maldición” era utilizado, la pantalla se oscurecía y el grito del pokémon enemigo se escuchaba, pero estaba distorsionado, era reproducido a un tono más bajo que el regular. Luego el menú de batalla volvía a aparecer y el otro pokémon se había ido. Si utilizaba el ataque en una batalla contra un entrenador, una de las pokébolas que representan el número de pokémon que tiene estaría ausente.
Eso indicaba que su pokémon había muerto.

Lo que resultaba todavía más raro era que, tras derrotar a un entrenador, los comandos de batalla volvían a aparecer. Si seleccionaba “Huir”, la batalla terminaba como usualmente lo hacía; pero también podía seleccionar Maldición. Si lo hacía, al regresar a la vista del exterior el sprite del otro entrenador no estaría. Después de irme y reingresar a la ruta, en el lugar donde el entrenador fue derrotado habría una cripta, como las que hay en la Torre Pokémon.

Pero el movimiento “Maldición” no era permitido en todas las instancias; fallaría contra pokémon de tipo fantasma y también contra entrenadores que volvería a ver, como mi rival o Giovanni. Sin embargo, sí lo podía usar en las últimas batallas contra ellos.
Pensé que éste era el atractivo del juego, y como Maldición hacía el juego tan fácil, lo utilicé a lo largo de la partida.
La aventura sólo volvió a ser diferente hasta que vencí la Liga. Una vez que recorrí el salón de la fama y se registró a mi equipo, el cual consistía en Fantasma y otro par de pokémon de muy bajo nivel, la pantalla se tornó negra y apareció una caja de texto con las palabras “Muchos años después…”. Luego me encontraba en la Torre Pokémon. Un anciano estaba mirando las criptas, y entonces me di cuenta de que se trataba de mi personaje.

El anciano se movía la mitad de rápido al caminar, y ya no tenía ningún pokémon conmigo, ni siquiera a Fantasma, el que hasta ese punto había sido imposible de remover de mi equipo. El pueblo estaba completamente vacío; no había nadie en lo absoluto, aunque sí estaban las tumbas de los entrenadores con los que había usado Maldición.
Podía ir a casi cualquier lugar en este punto, sólo estaba limitado por el hecho de que no tenía pokémon para utilizar los MO, y sin importar a dónde fuera, la música de Pueblo Lavanda se seguía escuchando. Luego de andar por un rato descubrí que si iba por la Cueva Diglett, el arbusto que generalmente bloquea el camino ya no aparecía más, permitiéndome avanzar y regresar a Pueblo Paleta.

Al entrar a mi casa y dirigirme al exacto mismo cuadro en donde comienzas el juego, la pantalla se oscureció. Entonces apareció la imagen de un Caterpie, que fue reemplaza por la de un Weedle, y luego por la de un Pidgey. Supe, conforme las imágenes progresan, que esos fueron los pokémon sobre los que utilicé Maldición.

Mostrado el equipo final de mi rival, apareció la imagen de un Joven, y luego la de un Cazabichos; esos fueron los entrenadores sobre los que utilicé Maldición. Poco después de la última imagen un pokémon aparece a tu lado, junto a las palabras “Fantasma quiere pelear”.

No pude utilizar ítems ni tampoco huir, la única opción era “Luchar”.Seleccionarla hizo que de inmediato usara Combate, causándole ningún daño a Fantasma, pero recibiendo el daño de retroceso. Cuando era el turno de atacar de Fantasma, la caja de texto simplemente decía “…”. Eventualmente, una vez que mi barra de PS estaba en rojo, Fantasma utilizó Maldición.

La pantalla se oscureció por última vez.

Sin importar qué botones presionara, me quedé permanentemente atrapado en esa pantalla negra. Para este punto lo único que podía hacer era apagar la consola. Si volvía al menú de inicio sólo veía la opción de hacer una nueva partida.

Me pasé este juego muchas veces, y cada vez el juego terminó con la misma secuencia. Un par de veces no utilicé a Fantasma, y en esos casos no se mostró a ningún pokémon o entrenador, simplemente me llevó al combate final contra Fantasma.

No estoy seguro de cuáles eran las intenciones del creador de este hack. No fue ampliamente distribuido, así que probablemente no esperaba una ganancia monetaria. Parece que estaba tratando de comunicar un mensaje, y por lo que parece soy el único que lo recibió. 

No estoy completamente seguro de cuál era —¿la inevitabilidad de la muerte?, ¿el sinsentido de la misma?—, quizá sólo estaba tratando de incorporar muerte y oscuridad a un juego de niños… De cualquier forma, este juego de niños me hizo pensar, y me ha hecho llorar.


martes, 23 de diciembre de 2014

Tiroteo en el aula


Se lo que estaréis pensando. 
Se que pensareis que he sido un cobarde, que podría haber solucionado las cosas antes. 
Pero se me fue de las manos. 
Mi nombre no importa, mi memoria puede que si. 
Mis trastornos psicológicos agravaron el problema todavía más, 
pero es difícil ya saber cual fue el detonante de todo, o si la espiral de odio y tristeza que me corrompía tiraba hacia mi lado más oscuro. 

¿Que si alguna vez fui feliz? Supongo que si, en el jardín de infancia todos somos felices. En la escuela. Luego llegó el instituto y las cosas cambiaron. Mis padres se separaron, yo no sacaba buenas notas, me junte con malas compañías. Pero cuando me di cuenta y quise salir, esos imbéciles se volvieron en mi contra. Me maltrataban, me humillaban delante de las chicas, me hacían bromas de mal gusto. También guardaba rencor y repudio hacia ciertos profesores autoritarios e injustos. Los conserjes cada vez me daban mas asco, eran hipócritas y despreocupados. Aquel sitio parecía un auténtico penal de maxima seguridad. Ni siquiera podías salir a la calle en el recreo, salvo que estuvieras en tercer curso, y con la autorización de tus padres. 

Me cambié de instituto, pero la mala suerte me perseguía a todas partes. No se si era mi mente enferma y no diagnosticada la que me daba problemas, o que realmente yo debía ser el ejecutor de aquella lacra social. Mi mente ávida y ansiosa de protagonismo tomó una decisión por todo lo alto. La suerte estaba echada, la munición, preparada. 

No fue hasta que cumplí los dieciocho años que opté por liberar a este mundo de tan repugnantes seres. Algunos incluso seguían en aquellas aulas, haciendo su día a día, como si no supieran que yo ya lo había planeado todo al detalle. 

Ni bombas ni explosivos, lo mas fácil sería entrar por la puerta grande armado hasta los dientes. En mi arsenal, un subfusil calibre 9mm, dos Uzis MAC 10, una veretta y granadas de humo. Comienza la cacería. 9:00 de la mañana del lunes. Todos estaban en el aula y yo ya estaba preparado. Rápidamente, abri el maletero, recogi el equipo que me faltaba, y me dispuse a entrar. Debía darme prisa. La puerta lateral aun no habia cerrado, por lo que decidi en un ultimo momento entrar por ahi, sería más discreto. 

Decidí empezar por mi clase, en el primer piso. Estarían dando Matemáticas, con aquel estúpido profesor que me suspendió. Sin más dilación, abrí la puerta de dos patadas con mis botas militares. Lo primero, disparé a sangre fría al profesor, que calló fulminado sobre la tarima.
Después, seguí con una ráfaga de diaparos sobre las mesas. No se a cuantos alcancé.Todavía faltaba mucho por hacer. Seguí por el pasillo con andares relajados, disfrutando de aquella escena apocalíptica. Los alumnos que oyeron los diaparos corrían por salvar sus vidas. A los que encontraba los disparaba con suma precisón. A los que tropezaban, a los que no se movían aterrorizados, acabe con todos ellos. No importaba si era chico o chica, moreno o rubio, blanco o negro. Todos pagarían por igual, todos somos victimas de la tiranía del sistema opresor, de la conjura de los necios. 
Todos tenemos la ira impresa en nuestro ADN, y solo nosotros elegimos la causa por la que luchamos. Quizá la mía no sea la más noble, pero solo Dios podrá juzgarme por esto y estoy seguro de que será clemente y se apiadará de mi alma. Antes de salir, dejé una carta de despedida a mi madre, muy emotiva, como todo lo que yo hago. Ahora repito la escena en cada aula que entro. En unas hay alumnos, otras están vacías, otras comienzan a vaciarse mientras disparo a quemarropa por los pasillos. 

Barrí minuciosamente las dos plantas del edificio. En el otro solo había niños, mas ellos no debían pagar por esto, por lo tanto no entre al otro edificio. Cuando terminé, tiré los botes de humo por los corredores, asolados de víctimas mortales. Las paredes tintadas de sangre, los fluorescentes medio rotos, los casquillos de bala esparcidos por el suelo, el sudor de frente que caía por mi cara. Apenas me restaba munición en las Uzi, y la veretta estaba entera. Las alarmas seguían resonando en el colegio, como avisando del trágico acontecimiento. 

La policía no tardó en aparecer. No habia rehenes, no habia gloria, no habia fama. Solo estaba yo, ligeramente satisfecho, en la azotea, con las manos manchadas de sangre y un cigarro entre los dedos. Terminé el ultimo que quedaba en la cajetilla. 

Se acabó, no había mas remedio. No iba a ir a la cárcel, tampoco quería que las marionetas del gobierno me cosieran a balazos. Desde esa misma azotea, miré hacia el horizonte, también a mi casa. Los coches de policia, de ambulancia, de prensa, estaban abajo. Yo ya no oía lo que decían, ningun sonido. Ningún homenaje. Solo un gran alivio para este pobre muchacho, un punto y final que podría haber sido y a parte.

Me acerqué al borde, me di la vuelta, y me dejé caer. 

Fin.

-- Enviado desde Nota rápida

domingo, 21 de diciembre de 2014

Jugador abatido


Todavía recuerdo aquel partido que tuvo que jugar mi hermano en el estadio de (…). Era una tarde de domingo, y se jugaba el partido de primera división, la jornada 17, que enfrentaba al equipo de mi hermano contra el colista. Había ido con mi padre al estadio para animarle, ya que estaba atravesando un momento difícil con su pareja y no estaba muy centrado en sus cosas. Había gente en el estadio, sin llegar a estar lleno. El ambiente era agradable, no hubo incidentes que resaltar, juego limpio por parte de los dos equipos.

De pronto, mi padre y yo nos percatamos de que no se encuentra bien. No controlaba bien la pelota, reñía con sus compañeros y no estaba al 100%. El entrenador le daba instrucciones, creo que estaba a punto de cambiarlo.

Un instante después, cayó desplomado en el suelo. El árbitro corrió como una exhalación desde su posición ligeramente atrasada respecto de la jugada. El linier levantó el banderín advirtiéndolo. 

Estaba peleando por un balón dividido cerca del área, y de repente cayó al suelo casi inconsciente. Sus compañeros acudieron también a intentar socorrerlo. Le faltaba el aire, la ambulancia llego en seguida y lo trasladaron al hospital. Mi padre y yo marchamos hacia allí muy preocupados.

Finalmente, se cumplió lo que todos esperábamos. Mi hermano sufrió un súbito ataque al corazón, quedó fulminado casi de inmediato y cuando llegó al hospital, los médicos no pudieron hacer nada por él.

Pasaron los días, y los meses, y mi hermano ya no entra por mi cuarto con su sonrisa y su gesto alegre. No puedo creer que se haya ido así. No está de más agradecer las muestras de solidaridad que hemos recibido durante todo este tiempo, mas el dolor que siento por su pérdida es del todo irreparable.

A mi mente llegan recuerdos de las tardes que pasábamos juntos jugando a su videojuego favorito, como no, el de su profesión. En ese momento también me percaté de que no había vuelto a jugar a aquella consola desde que ocurrió el terrible suceso.

Con gesto vacilante, tras mucho pensarlo, pensé que sería buena idea jugar en la consola con ese disco. Al fin y al cabo, mi hermano aparece en él, y en cierto modo si juego con su equipo es como que él estuviera conmigo por unos minutos.

Abrí la carátula que contenía el susodicho juego y la coloqué en la bandeja con sumo cuidado. Encendí la consola y se inició el juego. Estaba casi nuevo, apenas lo acabábamos de estrenar yo y mi hermano. En el menú apareció una notificación en forma de burbuja, avisándome de que tenía un torneo pendiente. Era la copa del rey de primera división, yo jugaba con el equipo de mi hermano. Curiosamente, el siguiente rival, contra todo pronóstico, era el equipo colista contra el que jugó mi hermano. Sin dudarlo, me preparé para disputar el partido. Escogí el equipo y la alineación minuciosamente. Seleccioné a mi hermano, que estaba en los suplentes, y lo metí como titular. No lo iba a quitar en todo el partido.

En esta ocasión deje ver toda la presentación del partido. Es curioso en lo que te puedes fijar cuando dejas correr el juego sin saltar nada. Cuando salieron las alineaciones, la presentación era fabulosa. A modo de las competiciones europeas, se iban resaltando los nombres de los jugadores de la lista, a la vez que aparecía su imagen de medio torso y entrecruzando sus brazos. Llegó el turno de mi hermano, con su sonrisa implacable. Pero sucedía algo extraño. Su figura, a diferencia que la de sus compañeros, aparecía ligeramente transparente y oscura. Además, la velocidad a la que entrecruzaba sus brazos se veía también ligeramente enlentecida.

No le di mayor importancia, quizá mi mente quiso imaginarse aquello, además no dormí del todo bien la noche anterior.

Comenzó el partido. Minuto28, primera ocasión manifiesta de gol, al palo. Minuto 38, jugada peligrosa que acaba en gol para el equipo rival. No puedo creer que me estuviera costando tanto hacerle un gol al colista. En la segunda parte, metí dos cambios para refrescar el partido. Al minuto 49 logré marcar con un gol de cabeza de mi hermano, que subió a rematar el córner. Se le veía tan feliz que no quería que se acabara su celebración. Minuto 65, gol para el quipo rival. Minuto 76, gol de los nuestros con un potente disparo desde fuera del área. Apenas restaban 10 minutos más el descuento de partido. De pronto, se sucedió aquella jugada, pero esta vez fue distinta. Un jugador del equipo rival, mientras salía controlando la pelota con mi hermano, hizo una entrada tan fuerte que se me pusieron los pelos de punta. En la escena, los jugadores se echaron encima del árbitro, otros empezaban a empujarse y a enzarzarse en una pelea. El árbitro sacó la tarjeta roja. Mi hermano estaba en el suelo, la cámara cambió y se le veía llevándose la mano al tobillo, con la cara tapada con el brazo y gimiendo de dolor. Debajo, su nombre, pero lo que me sorprendió es que no apareció el símbolo de la lesión a su lado (+), sino el icono de una calavera (☠). Mientras veía esto, el cuerpo de mi hermano se iba desvaneciendo. Entonces, la pantalla hizo un extraño, y la televisión se apagó de golpe.

Me apresuré a encenderla, pero en cuanto lo hice la consola se apagó como por arte de magia. No he vuelto a jugar a aquel juego. Lo vendí en la tienda donde comprábamos los juegos, el dependiente no me puso pegas. Gasté el dinero en un regalo para mi novia, y no volví a mencionar lo ocurrido.

Solo espero que ahora el espíritu este joven jugador no ande vagando de mano en mano, atrapado en un CD donde estaban guardadas tantas emociones y recuerdos.

Adiós, hermano, te echaré de menos.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

El niño en los lavabos



La historia que voy a contaros sucedió en un lugar remoto de Corea del Sur. Cuenta la leyenda que en el instituto politécnico situado a las afueras de (...) sucedió un cruel acontecimiento. El suceso comienza con un chico de segundo curso, buen estudiante y buena persona, proveniente de una familia muy humilde. Era común que sus compañeros se rieran de él y lo humillaran. Bueno, en realidad solamente lo hacían un grupito de odiosos compañeros suyos, la mayoría lo conocían desde el colegio.  Los ataques, si bien no eran continuos, afectaron mucho a la integridad del niño en cuestión. Le arrojaban la mochila al lavabo, le robaban el bocadillo del almuerzo, le encerraban en la taquilla, le maltrataban y amenazaban. Si bien los profesores intervenían puntualmente, la mayoría de veces no estaban en el lugar indicado. La familia se quejó en múltiples ocasiones de los abusos que sufría su hijo, mas se excusaban diciendo que había casos mucho mas graves que debían atender, y que ya estaban haciendo todo lo posible por solucionar el problema. 

Sin embargo, lejos de arreglarse, todo fue a peor. La clase entera fue convencida por los abusones para que hicieran el vacío al chico. La indiferencia es un arma de doble filo. El chico sabía perfectamente lo que estaba pasando, así que trato de enfrentar directamente a los culpables. En el descanso entre clases, aprovechó para tomarse la revancha contra los malnacidos. Logró hacer bastante daño a uno de ellos, mas cuando vieron que el chico les estaba superando, le agarraron entre dos de los brazos y le propinaron una tremenda paliza. Los chicos fueron expulsados inmediatamente del centro, si bien no sabemos por cuanto tiempo. A partir de ahí, el chico seguía sintiéndose furioso y resentido. No quería ver a nadie. Iba a clase y evitaba hablar en la medida de lo posible. Comía a solas en su cuarto. Los padres, preocupados ante esta situación, llamaron a un psicólogo, mas no consiguieron que el chico cooperara de modo alguno.

Los últimos días fueron terribles para el muchacho. Gritos, lamentos, cualquier cosa valía para desahogarse, pero nada funcionaba. No había conseguido superar el bache, y todos los castigos y abusos a los que fue sometido parecían estar consumiéndolo por dentro. A la mañana siguiente, inevitablemente, su cuerpo ya estaba dispuesto en un ataúd. Se había arrojado desde el séptimo piso de su bloque, a eso de las 10:55 pm. No portaba ningún objeto importante, salvo sus pulseras y un colgante de acero.El acontecimiento fue terrible. 

El escándalo salpicó a todo el equipo directivo del centro. Algunos de los más veteranos del mismo dimitieron, otros echaban las culpas al problema del bulling. Pasaron los meses, y parece que en el instituto ya nadie hablaba del chico.

Los pasillos brillaban con un reflejo inusual al comienzo del nuevo curso escolar. Nuevos profesores, nuevos alumnos, aunque, también, nuevos "matones". El bulling es una práctica que en muchas ocasiones es difícil de contar para quien lo padece, y relativamente fácil de ocultar para quien lo ejerce.

Pero lo verdaderamente impactante apenas comenzaba a suceder. Un día, un abusón habitual se disponía a hacer una visita a los baños, después de realizar su despreciable función. Se acomodó en la taza del váter para hacer sus necesidades, con la puerta debidamente cerrada. De pronto, el cerrojo se abrió de golpe. El abusón volvió a cerrarlo, pero al segundo este volvió a abrirse, esta vez más bruscamente.

-¿Quién esta ahí? -preguntó enfadado.
-¿Acaso te importa? -le respondió una voz entre lamentos.
-Sí -respondió el bully.
-Ellos me mataron -respondió la voz, ahora más serena.

El bully se asustó. Dejo lo que estaba haciendo para salir cuanto antes del lavabo. Se lavó la cara ante el espejo y, al terminar, vio detrás de el, sobre la taza del váter, a un chico pálido, de poco más de metro y medio, en pijama, que le miraba fijamente, con la mirada triste y perdida en el reflejo del espejo. Comenzó a gritar, salió corriendo del lugar y no volvió nunca más a cometer sus maldades. Tampoco a acercarse a aquellos lavabos.

Otro caso aconteció apenas un mes después. Se trataba, como no, de otro abusón. Este entró al baño para beber un poco de agua. Mientras lo hacía, se percató de una presencia en la ultima puerta de los lavabos. Oía algo parecido al gemido de un niño, y se acordó del terrible suceso. No se atrevió siquiera a abrir la puerta, salio del sitio ipso facto.

Tiempo después, esta vez un alumno de tercero, entró a los lavabos, a pesar de la prohibición expresa del centro. Cruzó la puerta, sellada con bandas de protección. Se quedo más de media hora esperando que algo sucediera en aquel vetado lugar. De pronto, alcanzó a ver como la puerta del ultimo lavabo se abría de golpe, y como a  toda velocidad, una silueta recorría el pasillo, se dirigía a la ventana abierta y se arrojaba al vacío. El chico se llevó el susto de su vida, nunca se atrevió a contarlo salvo mucho tiempo después.

Afortunadamente para el centro, los acontecimientos no fueron del todo trascendentales, y finalmente reabriron los lavabos. Desde entonces, cuenta la leyenda que este chico se aparece en el ultimo lavabo o cerca de la ventana para escarmentar a los abusones. 

~Desgraciadamente, su espíritu no descasara en paz hasta que cesen las injusticias y el instituto vuelva a ser un lugar digno y seguro para todos los estudiantes~

martes, 16 de diciembre de 2014

La chica del Facebook


Christian y Emily eran una pareja feliz. Se conocieron hace ya 6 años cuando iban a la Universidad. Ella, de una familia humilde. El un joven estudiante de clase media. Se parecían tanto que muchas veces la gente se preguntaba si eran familia. Llevaban saliendo ya casi cinco años, y la idea de contraer matrimonio no les resultaba tan lejana, ni mucho menos disparatada. Emily habla de vez en cuando con Chris por Facebook, hasta ahí podría parecer que todo es normal, salvando el mero hecho de que Emily ya no se encuentra entre nosotros.

Desafortunadamente, murió en un fatal accidente de coche en la autopista, mientras regresaba de un concierto de su grupo favorito. La colisión fue brutal y su acompañante quedó en estado crítico. Aquel día, Chris recuerda que se puso enfermo y que no pudo ir al concierto como la prometió.

Un escalofrío recorre todo mi cuerpo al narraros lo que sucedió después. Apenas un mes desde que Emily falleció, su cuenta de Facebook comenzó a enviar mensajes al tablón de Chris. Este quedó perplejo ante lo que estaba presenciando. Parecía que Emily trataba de comunicarse con él, sin embargo Chris no notaba su presencia, por pequeña que fuera, en todo su cuarto. Podríais pensar que los mensajes le pudieran dar una pista de lo que estaba pasando realmente. Sin embargo, estos contenían frases inconexas, sin sentido aparente. A veces se tecleaban letras, espacios, símbolos…

Nada parecía tener sentido, salvo que en ocasiones esas frases le recordaban a conversaciones reales que tuvo con ella: su color favorito, un perfume que la regaló, una película, una canción, un beso. El chico estaba destrozado por todo lo que estaba pasando. No dejó la escuela, sin embargo estuvo varios días después del incidente sin poder levantarse de la cama, sumido en una profunda depresión. A medida que pasaba el tiempo, la idea de poder recuperarse y seguir adelante no parecía tan lejana.

Sin embargo, Chris quería llegar al fondo del asunto.

Unos meses después, cuando comenzó a encontrarse mejor, decidió ponerse a investigar. Abrió su cuenta de Facebook. Recordó en ese momento que si alguien podía acceder a su cuenta, con su contraseña, únicamente eran él mismo y la madre de Emily. En un principio pensó que podría tratarse de su madre que, a modo de venganza o por despecho, decidió gastarle semejante broma macabra. Sin embargo, habló con ella de lo sucedido, y esta negó en absoluto su relación con los hechos.

Por lo tanto, esto le llevó al siguiente nivel. A imaginar que otra persona podía estar conspirando contra él. Como solución rápida, se le ocurrió entrar a la cuenta de Emily y cambiar la contraseña para que solo él pudiera tener acceso. Fue inútil. Apenas unos días después, Emily volvía a hablar a través de su cuenta, nuevamente sin obtener nada en claro, a pesar de que Christian se esforzaba por disuadir a la persona de que no utilizara su cuenta. Inmediatamente después, el chico llamó a un amigo informático de confianza para que rastreara la ubicación de la persona que publicaba en nombre de su novia. Nuevamente el intento fue en balde, la última conexión fue realizada desde casa de Chris hace unos días. Esto daba que pensar a la gente que le conocía, puesto que algunos pensaban que estaba loco y que era él mismo el creador de los mensajes y de semejantes paranoias.

En una ocasión incluso él mismo llego a pensarlo. Sería un alivio pensarlo, pero no, la realidad muchas veces supera los límites de lo imaginable, incluido el más allá.

Una vez llegados a este punto os preguntareis por qué no borró la cuenta de Emily. En un primer momento, esta idea también rondó su cabeza, y le estuvo dando vueltas hasta que un buen día, cansado de no obtener respuestas, se decidió a hacerlo. Accedió al panel de control de la cuenta de Emily, y cuando solo le restaba apretar el botón de eliminación de la cuenta, el ordenador emitía un pitido de error. Lo intentó varias veces sin éxito. Estaba desesperado.

Mientras tanto, Chris no quería que esto se supiera. Era un asunto personal, que tenía que resolver cuanto antes. En efecto, llegar al fondo del asunto.

Después de los exámenes finales, Chris estuvo saliendo con otra chica. Apenas empezaban a conocerse. En una ocasión, se la ocurrió llevarla a pasear por un parque a la luz de las farolas, mientras compartían un refresco.
Al cabo de unos días, Chris bajó a hacer unos recados, y tuvo que pasar por aquel mismo parque. No pasaba nadie en aquel momento, ya avanzada la tarde. De pronto, se percató de que una voz apagada le llamaba a sus espaldas. Era la voz de Emily. Se giró lo más rápido que pudo, pero su voz se desvaneció tan rápido como su presencia. Estaba completamente solo.

Cansado y asustado, llegó a casa y se dispuso a revisar el Facebook. Había noticias de ella. Le indicó un sitio que parecía ser la dirección de la tumba de su cementerio. Sin pensarlo dos veces, Chris corrió hacia el cementerio antes de que cerraran. Una vez allí, llegó hasta la tumba de Emily, no sin dificultades puesto que nunca había visitado su tumba hasta ahora. Se lamentó de no tener unas flores para poner sobre su lápida, mas ya no importaba, puesto que todo lo que tenía que decirla bastaba para expresar su amor. Sabía que ella nunca volvería, y ella sabía que él debía seguir adelante. Antes de que lograra ponerse de pie, un viento cálido rodeó la escena, y sintió su presencia cerca. No tenía miedo, ya sabía que todo estaba bien. Lentamente se levantó y, con una sonrisa melancólica, abandonó el mausoleo.

A la mañana siguiente ya no hubo más mensajes. No más presencias ni susurros. La cuenta de Emily finalmente desapareció, y con ella su alma, que ahora por fin descansaba en paz. No sabemos con claridad lo que le dijo aquella tarde Chris a Emily, pero una cosa está clara en todo esto amigos. Real o no, este relato demuestra que nuestro ser querido es capaz de hacer cualquier cosa por nosotros, con tal de darnos un último adiós.

Y esto fue, ni más ni menos, lo que pasó.