martes, 16 de diciembre de 2014

La chica del Facebook


Christian y Emily eran una pareja feliz. Se conocieron hace ya 6 años cuando iban a la Universidad. Ella, de una familia humilde. El un joven estudiante de clase media. Se parecían tanto que muchas veces la gente se preguntaba si eran familia. Llevaban saliendo ya casi cinco años, y la idea de contraer matrimonio no les resultaba tan lejana, ni mucho menos disparatada. Emily habla de vez en cuando con Chris por Facebook, hasta ahí podría parecer que todo es normal, salvando el mero hecho de que Emily ya no se encuentra entre nosotros.

Desafortunadamente, murió en un fatal accidente de coche en la autopista, mientras regresaba de un concierto de su grupo favorito. La colisión fue brutal y su acompañante quedó en estado crítico. Aquel día, Chris recuerda que se puso enfermo y que no pudo ir al concierto como la prometió.

Un escalofrío recorre todo mi cuerpo al narraros lo que sucedió después. Apenas un mes desde que Emily falleció, su cuenta de Facebook comenzó a enviar mensajes al tablón de Chris. Este quedó perplejo ante lo que estaba presenciando. Parecía que Emily trataba de comunicarse con él, sin embargo Chris no notaba su presencia, por pequeña que fuera, en todo su cuarto. Podríais pensar que los mensajes le pudieran dar una pista de lo que estaba pasando realmente. Sin embargo, estos contenían frases inconexas, sin sentido aparente. A veces se tecleaban letras, espacios, símbolos…

Nada parecía tener sentido, salvo que en ocasiones esas frases le recordaban a conversaciones reales que tuvo con ella: su color favorito, un perfume que la regaló, una película, una canción, un beso. El chico estaba destrozado por todo lo que estaba pasando. No dejó la escuela, sin embargo estuvo varios días después del incidente sin poder levantarse de la cama, sumido en una profunda depresión. A medida que pasaba el tiempo, la idea de poder recuperarse y seguir adelante no parecía tan lejana.

Sin embargo, Chris quería llegar al fondo del asunto.

Unos meses después, cuando comenzó a encontrarse mejor, decidió ponerse a investigar. Abrió su cuenta de Facebook. Recordó en ese momento que si alguien podía acceder a su cuenta, con su contraseña, únicamente eran él mismo y la madre de Emily. En un principio pensó que podría tratarse de su madre que, a modo de venganza o por despecho, decidió gastarle semejante broma macabra. Sin embargo, habló con ella de lo sucedido, y esta negó en absoluto su relación con los hechos.

Por lo tanto, esto le llevó al siguiente nivel. A imaginar que otra persona podía estar conspirando contra él. Como solución rápida, se le ocurrió entrar a la cuenta de Emily y cambiar la contraseña para que solo él pudiera tener acceso. Fue inútil. Apenas unos días después, Emily volvía a hablar a través de su cuenta, nuevamente sin obtener nada en claro, a pesar de que Christian se esforzaba por disuadir a la persona de que no utilizara su cuenta. Inmediatamente después, el chico llamó a un amigo informático de confianza para que rastreara la ubicación de la persona que publicaba en nombre de su novia. Nuevamente el intento fue en balde, la última conexión fue realizada desde casa de Chris hace unos días. Esto daba que pensar a la gente que le conocía, puesto que algunos pensaban que estaba loco y que era él mismo el creador de los mensajes y de semejantes paranoias.

En una ocasión incluso él mismo llego a pensarlo. Sería un alivio pensarlo, pero no, la realidad muchas veces supera los límites de lo imaginable, incluido el más allá.

Una vez llegados a este punto os preguntareis por qué no borró la cuenta de Emily. En un primer momento, esta idea también rondó su cabeza, y le estuvo dando vueltas hasta que un buen día, cansado de no obtener respuestas, se decidió a hacerlo. Accedió al panel de control de la cuenta de Emily, y cuando solo le restaba apretar el botón de eliminación de la cuenta, el ordenador emitía un pitido de error. Lo intentó varias veces sin éxito. Estaba desesperado.

Mientras tanto, Chris no quería que esto se supiera. Era un asunto personal, que tenía que resolver cuanto antes. En efecto, llegar al fondo del asunto.

Después de los exámenes finales, Chris estuvo saliendo con otra chica. Apenas empezaban a conocerse. En una ocasión, se la ocurrió llevarla a pasear por un parque a la luz de las farolas, mientras compartían un refresco.
Al cabo de unos días, Chris bajó a hacer unos recados, y tuvo que pasar por aquel mismo parque. No pasaba nadie en aquel momento, ya avanzada la tarde. De pronto, se percató de que una voz apagada le llamaba a sus espaldas. Era la voz de Emily. Se giró lo más rápido que pudo, pero su voz se desvaneció tan rápido como su presencia. Estaba completamente solo.

Cansado y asustado, llegó a casa y se dispuso a revisar el Facebook. Había noticias de ella. Le indicó un sitio que parecía ser la dirección de la tumba de su cementerio. Sin pensarlo dos veces, Chris corrió hacia el cementerio antes de que cerraran. Una vez allí, llegó hasta la tumba de Emily, no sin dificultades puesto que nunca había visitado su tumba hasta ahora. Se lamentó de no tener unas flores para poner sobre su lápida, mas ya no importaba, puesto que todo lo que tenía que decirla bastaba para expresar su amor. Sabía que ella nunca volvería, y ella sabía que él debía seguir adelante. Antes de que lograra ponerse de pie, un viento cálido rodeó la escena, y sintió su presencia cerca. No tenía miedo, ya sabía que todo estaba bien. Lentamente se levantó y, con una sonrisa melancólica, abandonó el mausoleo.

A la mañana siguiente ya no hubo más mensajes. No más presencias ni susurros. La cuenta de Emily finalmente desapareció, y con ella su alma, que ahora por fin descansaba en paz. No sabemos con claridad lo que le dijo aquella tarde Chris a Emily, pero una cosa está clara en todo esto amigos. Real o no, este relato demuestra que nuestro ser querido es capaz de hacer cualquier cosa por nosotros, con tal de darnos un último adiós.

Y esto fue, ni más ni menos, lo que pasó.

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