miércoles, 17 de diciembre de 2014

El niño en los lavabos



La historia que voy a contaros sucedió en un lugar remoto de Corea del Sur. Cuenta la leyenda que en el instituto politécnico situado a las afueras de (...) sucedió un cruel acontecimiento. El suceso comienza con un chico de segundo curso, buen estudiante y buena persona, proveniente de una familia muy humilde. Era común que sus compañeros se rieran de él y lo humillaran. Bueno, en realidad solamente lo hacían un grupito de odiosos compañeros suyos, la mayoría lo conocían desde el colegio.  Los ataques, si bien no eran continuos, afectaron mucho a la integridad del niño en cuestión. Le arrojaban la mochila al lavabo, le robaban el bocadillo del almuerzo, le encerraban en la taquilla, le maltrataban y amenazaban. Si bien los profesores intervenían puntualmente, la mayoría de veces no estaban en el lugar indicado. La familia se quejó en múltiples ocasiones de los abusos que sufría su hijo, mas se excusaban diciendo que había casos mucho mas graves que debían atender, y que ya estaban haciendo todo lo posible por solucionar el problema. 

Sin embargo, lejos de arreglarse, todo fue a peor. La clase entera fue convencida por los abusones para que hicieran el vacío al chico. La indiferencia es un arma de doble filo. El chico sabía perfectamente lo que estaba pasando, así que trato de enfrentar directamente a los culpables. En el descanso entre clases, aprovechó para tomarse la revancha contra los malnacidos. Logró hacer bastante daño a uno de ellos, mas cuando vieron que el chico les estaba superando, le agarraron entre dos de los brazos y le propinaron una tremenda paliza. Los chicos fueron expulsados inmediatamente del centro, si bien no sabemos por cuanto tiempo. A partir de ahí, el chico seguía sintiéndose furioso y resentido. No quería ver a nadie. Iba a clase y evitaba hablar en la medida de lo posible. Comía a solas en su cuarto. Los padres, preocupados ante esta situación, llamaron a un psicólogo, mas no consiguieron que el chico cooperara de modo alguno.

Los últimos días fueron terribles para el muchacho. Gritos, lamentos, cualquier cosa valía para desahogarse, pero nada funcionaba. No había conseguido superar el bache, y todos los castigos y abusos a los que fue sometido parecían estar consumiéndolo por dentro. A la mañana siguiente, inevitablemente, su cuerpo ya estaba dispuesto en un ataúd. Se había arrojado desde el séptimo piso de su bloque, a eso de las 10:55 pm. No portaba ningún objeto importante, salvo sus pulseras y un colgante de acero.El acontecimiento fue terrible. 

El escándalo salpicó a todo el equipo directivo del centro. Algunos de los más veteranos del mismo dimitieron, otros echaban las culpas al problema del bulling. Pasaron los meses, y parece que en el instituto ya nadie hablaba del chico.

Los pasillos brillaban con un reflejo inusual al comienzo del nuevo curso escolar. Nuevos profesores, nuevos alumnos, aunque, también, nuevos "matones". El bulling es una práctica que en muchas ocasiones es difícil de contar para quien lo padece, y relativamente fácil de ocultar para quien lo ejerce.

Pero lo verdaderamente impactante apenas comenzaba a suceder. Un día, un abusón habitual se disponía a hacer una visita a los baños, después de realizar su despreciable función. Se acomodó en la taza del váter para hacer sus necesidades, con la puerta debidamente cerrada. De pronto, el cerrojo se abrió de golpe. El abusón volvió a cerrarlo, pero al segundo este volvió a abrirse, esta vez más bruscamente.

-¿Quién esta ahí? -preguntó enfadado.
-¿Acaso te importa? -le respondió una voz entre lamentos.
-Sí -respondió el bully.
-Ellos me mataron -respondió la voz, ahora más serena.

El bully se asustó. Dejo lo que estaba haciendo para salir cuanto antes del lavabo. Se lavó la cara ante el espejo y, al terminar, vio detrás de el, sobre la taza del váter, a un chico pálido, de poco más de metro y medio, en pijama, que le miraba fijamente, con la mirada triste y perdida en el reflejo del espejo. Comenzó a gritar, salió corriendo del lugar y no volvió nunca más a cometer sus maldades. Tampoco a acercarse a aquellos lavabos.

Otro caso aconteció apenas un mes después. Se trataba, como no, de otro abusón. Este entró al baño para beber un poco de agua. Mientras lo hacía, se percató de una presencia en la ultima puerta de los lavabos. Oía algo parecido al gemido de un niño, y se acordó del terrible suceso. No se atrevió siquiera a abrir la puerta, salio del sitio ipso facto.

Tiempo después, esta vez un alumno de tercero, entró a los lavabos, a pesar de la prohibición expresa del centro. Cruzó la puerta, sellada con bandas de protección. Se quedo más de media hora esperando que algo sucediera en aquel vetado lugar. De pronto, alcanzó a ver como la puerta del ultimo lavabo se abría de golpe, y como a  toda velocidad, una silueta recorría el pasillo, se dirigía a la ventana abierta y se arrojaba al vacío. El chico se llevó el susto de su vida, nunca se atrevió a contarlo salvo mucho tiempo después.

Afortunadamente para el centro, los acontecimientos no fueron del todo trascendentales, y finalmente reabriron los lavabos. Desde entonces, cuenta la leyenda que este chico se aparece en el ultimo lavabo o cerca de la ventana para escarmentar a los abusones. 

~Desgraciadamente, su espíritu no descasara en paz hasta que cesen las injusticias y el instituto vuelva a ser un lugar digno y seguro para todos los estudiantes~

2 comentarios:

  1. Estupendo, me ha gustado. Si me permites una apreciación. Personalmente no me gusta los principios que empiezan con ``dice la leyenda´´, tienes talento y pienso que la historia tienes que hacerla tuya, moldealá, hazla tuya.....por suerte la literatura permite sus licencias y eso depende de tu propia imaginación. Un saludo.

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    1. Gracias Francisco, es un excelente consejo, lo tendré muy en cuenta :)

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