domingo, 2 de agosto de 2015

No estaba solo




Acostado en la cama, sin poder dormir, recorrí con la vista todo el cuarto con el fin de asegurarme de que no había ninguna luz encendida. En la mesita del escritorio, apenas a unos metros de mi cama, había dos luces blancas que parpadeaban al unísono. No eran muy molestas, por lo que cerré los ojos e intenté dormir.

De pronto, noté que las luces se apagaban. Volví a mirar hacia el fondo de la habitación. Apenas unos segundos después, se volvieron de un extraño color rojo. 

Sin saber qué hacer, me quedé contemplando el extraño fenómeno. 

Las luces se ensancharon del tamaño de una canica al de una pelota de ping pong. Quise gritar, pero el miedo paralizó mi cuerpo en esa postura.

En ese momento, se dibujaron dos pupilas en el interior de las luces con la rapidez de un rayo, inyectando el terror directamente sobre mis ojos.

Un terror del que nunca debí haber sido espectador.


4 comentarios:

  1. Nadie desea ser espectador de un terror asi.
    Frantastico amigo.
    Un saludo.

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  2. Una atmósfera aterradora llevada con tensión mediante esas frases bien elegidas. El momento en que las luces se convierten en ojos es impactante. Muy logrado el miedo.
    Saludos, Sergio.

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  3. Un final inesperado. Muy bueno, Sergio.
    Un saludo!

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