Acostado en la cama, sin poder dormir, recorrí con la vista
todo el cuarto con el fin de asegurarme de que no había ninguna luz encendida.
En la mesita del escritorio, apenas a unos metros de mi cama, había dos luces
blancas que parpadeaban al unísono. No eran muy molestas, por lo que cerré los
ojos e intenté dormir.
De pronto, noté que las luces se apagaban. Volví a mirar hacia el fondo de la habitación. Apenas unos
segundos después, se volvieron de un extraño color rojo.
Sin saber qué hacer, me quedé contemplando el extraño
fenómeno.
Las luces se ensancharon del tamaño de una canica al de una
pelota de ping pong. Quise gritar, pero el miedo paralizó mi cuerpo en esa
postura.
En ese momento, se dibujaron dos pupilas en el interior de
las luces con la rapidez de un rayo, inyectando el terror directamente sobre mis
ojos.
Un terror del que nunca debí haber sido espectador.
Nadie desea ser espectador de un terror asi.
ResponderEliminarFrantastico amigo.
Un saludo.
Terrorífico.
ResponderEliminarUn abrazo
Una atmósfera aterradora llevada con tensión mediante esas frases bien elegidas. El momento en que las luces se convierten en ojos es impactante. Muy logrado el miedo.
ResponderEliminarSaludos, Sergio.
Un final inesperado. Muy bueno, Sergio.
ResponderEliminarUn saludo!